sábado, 25 de diciembre de 2021

Carmina Campos

    Como muchas pioneras cantantes de los primeros años 60 en España, Carmina Campos comenzó
a actuar en público a muy temprana edad, concretamente en 1960, cuando contaba 15 años. Lo que la sitúa a un paso de Rocío Dúrcal, Marisol, o Ana Belén, que entonces apenas estaban iniciando sus carreras musicales y cinematográficas. Aunque más que niña prodigio, Carmina fue “adolescente prodigio”, que anticipó los posteriores lanzamientos discográficos, acontecidos en plena pubertad, de cantantes como Sonia, Marta Baizán, Nuri, Olympia, Encarnita Ortiz o Licia.

    Bien es cierto que Carmina dejó una huella discográfica mucho más pequeña que sus compañeras, que se resume a un único EP, publicado por Zafiro en 1963; pero está claro que llegó al mundo de la canción impulsada por una pasión tan grande como la que movía a sus colegas, que la llevó a recorrer escenarios de toda España y a desarrollar una trayectoria musical brillante, sumamente personal, entre 1961 y 1966. Que proporciona una instantánea única e irrepetible del bullicioso ambiente de cantantes, concursos, cazatalentos, conjuntos, productores y festivales que proliferaban en la época.

    Carmina era una rubia serrana, celtíbera y segoviana, como su coterránea la cantante Olympia. Nacida por fortuna para el mundo en Navafría y criada en el aire puro de la vertiente norte del Guadarrama, no tardó en establecer su base de operaciones musicales un poquito más al sur, en Madrid, donde acostumbró a residir con su familia.

    Desde un principio se sirvió como es lógico de dos herramientas básicas: su talento y su voz, que exhibió incansablemente en emisoras de radio y festivales benéficos, los únicos espacios que podían admitir sus actuaciones mientras fuera menor de edad. Un período que la llevó a coincidir con los primeros pasos de futuros famosos como el “Niño de Linares”, más tarde Raphael, cuando era todavía un… ¡cantante de copla y flamenco! Durante su primera actuación en Radio España.


    Fue precisamente un concurso radiofónico organizado por la Voz de Madrid, arbitrado cada fin de semana durante 9 largos meses, a lo largo de 36 domingos, en cada uno de los cuales Carmina tenía que batirse en duelo con 6 rivales, el que la llevó a alcanzar su primer triunfo. Que incluyó un premio pecuniario y una invitación para actuar en el IV Festival Español de la Canción de Benidorm, celebrado durante los días 21,22 y 23 de julio de 1962.

    El ganador de este festival fue (otra vez) el niño de Linares, ya como Raphael, que se hizo con el premio de manera un tanto artificial, pues la canción que defendió, titulada Llevan, fue elegida vencedora ante el disgusto del público, que montó un enorme pataleo y arrojó cientos de almohadillas al escenario. Carmina participó en el certamen como cantante invitada, fuera de concurso y sin figurar en los programas oficiales, si bien su actuación constituyó todo un éxito que atrajo la atención de la prensa musical, la rodeó de admiradores y multiplicó las oportunidades para actuar en todo tipo de eventos.


A finales de 1962, una vez cumplida la mayoría de edad y recién acreditada como cantante profesional, durante una actuación en la Piscina Marbella de Madrid reclamó la atención del insigne locutor chileno Raúl Matas, que entonces cosechaba enorme éxito en España con sus programas Discomanía y Cancionero, respectivamente para la radio y la televisión.

Matas la invitó a grabar un disco y la condujo ante Luis Sagi Vela, afamado cantante lírico y director gerente de Zafiro, quien, tras hacerle una prueba, la contrató de inmediato, adoptándola como

un nuevo valor de la discográfica; con la perspectiva de publicar sus grabaciones y de enviarla a concursar a un nuevo certamen, esta vez al IV Festival Hispano-Portugués de la Canción del Duero, que debía celebrarse en el verano de 1963 en Aranda de Duero.
    
    La grabación de su primer disco discurrió a toda prisa: apenas una semana para aprender sus cuatro canciones, sin tiempo de poder interiorizarlas y sin posibilidad de escoger el repertorio. El vinilo, único de Carmina Campos, publicado por Zafiro a principios de 1963, destila efectivamente cierto aire improvisado, pero contiene dos absolutas delicias en la onda de la samba y la bossa nova que entonces hacía furor en todo el mundo, tras su reciente invento en Brasil; que se adecúan de manera inmejorable a su dulce voz.

Una es Ay, ay, ay que luna, versión de un tema de Pallavicini/Buffoli adaptado al castellano por Antonio García Padilla, que fue grabado en el mismo año 1963 por la consagrada cantante italiana Betty Curtis; una explosión de buen gusto, con monumental orquestación, una producción de las que quitan el hipo y una letra que dibuja un paisaje lírico e intimista -por favor discreta luna, no cuentes, a nadie, mi amor- con las que la voz de Carmina se relaciona de manera brillante, fluida y feliz.

La otra es Nuestra samba, versión de un tema de los franceses Marnay/Magenta, que así mismo fue grabado en 1963 por una madura y consagrada Jacqueline François; de nuevo una canción romántica e intimista, esta vez de corte más nostálgico, con esa buscada dulce melancolía tan propia de la onda brasileira, unida a una finura digna del mejor amor cortés. Si no me creen, compruébenlo por sí mismos, por favor. Aquí pueden escuchar ambos temas:



    Tras el disco llegó el prometido festival de Aranda de Duero, en el que, teóricamente, Carmina tendría que batirse en duelo con destacadas figuras del pop español y portugués: Tito Mora, Rui de Mascarenhas, Rocky Kan, Gina María, Luis Heras, Albertina Cortés o la estrella del twist andergraun Raúl Navarro (que en mi opinión se merecía el primer premio). La realidad fue en cambio bien distinta: cuando ya estaba todo preparado y la publicidad lanzada, pidieron a Carmina que se retirara del concurso para ser sustituida por Karina, lo que ella lógicamente rechazó; en el certamen le endosaron dos canciones estridentes que no iban nada con su estilo: El trébol de la suerte y el friki-cha-cha-cha El burrito organillero, escritas por un compositor local invidente; pudo comprobar con sus ojos y oídos cómo los premios se negociaban y pactaban, antes incluso de que se llevaran a cabo las interpretaciones. Y la buena de Albertina Cortés ni siquiera compareció al concurso.

    El tema ganador fue Beso robado en la interpretación de Luis Heras, una bossa nova a medio camino entre el hit internacional de la norteamericana Eydie Gorme Blame it on the bossa nova y el no menos importante hit popularizado por Marisol Bossa nova junto a tí (de Guijarro/Algueró), a los que imitaba descaradamente. Este y otros temas del festival fueron grabados por Luis Heras, Albertina Cortés y Rui de Mascarenhas en sendos EPs para Zafiro, con números de serie casi correlativos al del EP

de Carmina Campos, que en principio ya era compañera de sello discográfico de los tres cantantes. Si bien la (mala) experiencia de Aranda de Duero -Carmina no se quiso quedar ni al guateque de despedida- significó el fin anticipado del contrato con Zafiro y, consecuentemente, la recuperación de la libertad para decidir sobre su propia carrera artística.
 

En 1964 Carmina empezó a colaborar asiduamente en los escenarios con el showman originario de Panamá George Green, alias El bárbaro del ritmo, un tipo rebosante de energía, humor carcajeante -su otro seudónimo era G.G.- y enorme sentido musical, que actuaba semanalmente el programa Cancionero de TVE, dirigido y presentado por Raúl Matas. George tuvo la gentileza de dejarnos un bonito recuerdo de su estancia en nuestro país al publicar hasta tres discos (dos EPs y un single) con el sello Berta entre 1965 y 1967, que grabó acompañado por el conjunto madrileño Los Batangas y por la orquesta de Nelo Costa.

Green & Campos
    
    Debemos al amigo Green la invención del Ritmo Quiniela (1967), uno más entre los innumerables y enloquecidos bailes que surgían sin parar por aquellos años: éste, créanme, con verdadero gancho; un divertido tema rebosante de onomatopeyas ye yé: Saca brillo al piso (1965); y el haber mantenido una bonita relación con Carmina, a ritmo de yenka, sucu sucu y twist. Pues estos eran los estilos del single que amorosamente le dedicó en 1965, que llevaba en la cara A el tema Cancionero, referente al programa de TVE donde actuaba; y en la B, El canario de Carmina, canción humorística protagonizada por Suky, el pajarito que la Campos solía tener suelto por casa:


Suky, Suky, A Sukiki / El canario / de Carmina / La pobre de Carmina se asustó / porque el canario se le escapó / y el pobre pajarito en el reloj / estaba viendo el televisor / Ay, ay, ay, ay, ay / yo quiero estar con mi Carmina que linda / Carmina mía de mi amor.

El caso es que George quiso fotografiarse con el canario para la portada del disco. Pero este, a pesar de su talante simpático, no se dejó convencer para el retrato, cuando le vio con el sombrero puesto dentro de casa y acompañado por los fotógrafos.

Durante este año y los siguientes Carmina mantuvo una intensa agenda de actuaciones en Madrid y alrededor de toda España: con George en uno de sus programas de la tele; en el Primer Gran Festival Internacional de la Canción, del Palacio de la Zarzuela (Marzo de 1964); en el Círculo de Bellas Artes; en el Madrid Casino y en la sala Luss May, también en el foro; así como en un sinfín de salas y celebraciones en Granollers, Navahermosa, Puerto de Béjar, El Ferrol, Jaca, Sabiñánigo…






     
    A punto estuvo de convertirse en una chica ye-yé canónica, como mandaban los tiempos, pues no en vano varios conjuntos se disputaron su belleza y su dulzura rogándole que permaneciera junto a ellos como voz cantante. Caso de Los Radar’s, y en especial de Los Escobarino, grupo ye-yé madrileño que llegó a publicar un single con el sello Sesión en 1966, bajo el nombre de Escobarino y los Xuyos; con los que Carmina estuvo cantando durante 6 meses de ese mismo año en la sala Yulia de Madrid. Justo el año y la sala que acogió la primera (y recordada) actuación de The Kinks en España, teloneados por Los Botines.

Estos fueron los últimos movimientos de su carrera musical en los años 60. Como tantas chicas cantantes de su misma época, el matrimonio y los compromisos familiares conllevaron un parón en su carrera musical, que desde entonces ha retomado esporádicamente. Estarán de acuerdo conmigo en que su experiencia era digna de conocerse. Imposible que ya nada ni nadie pueda quitarle lo bailao. Ni lo cantao.