viernes, 5 de diciembre de 2014

Protesta-Contraprotesta

 Un debate pop en tiempos de Franco (1964-1969)

 7 insólitas recopilaciones de canción protesta en España


¿Quiere protestar? Pues proteste, hombre, faltaría más. Si tiene motivos…  Que hay que ver cómo están las cosas hoy en día. Pero claro, luego hay quien se queja por cualquier cosa. Porque protesta hay de muchos tipos y en un montón de grados. Desde la del señor que se queja de todo y en todo momento, casi siempre por una tontería, hasta la de los jóvenes que queman autobuses en la vía pública..., seguro que por otra tontería.


Y es que a uno le parece que lo ideal sería dar una de cal y otra de arena. Que está muy bien eso de protestar, y pelear fuerte por lo que es justo, pero que de vez en cuando también hay que estar agradecido. Que el cuerpo lo tienes siempre respirando de gratis, fíjate qué maravilla, que el sol nace todos los días y que la tierra nos sigue dando sus frutos. Y que por mucho que te veas tan mal, cuando te das cuenta, siempre hay algún pobrecito que está peor que tú.  Por eso protesta y agradece en la misma medida. Mejor para ti, mejor para todos ¿no?

A mí la protesta que más me convence es la resistencia pacífica practicada por Gandhi y Mandela. Un tipo de protesta que resultó sumamente productiva, útil y práctica, hay que ver la de cosas que consiguieron estos dos. Que es una maravilla eso de ser completamente rebelde, qué buena energía la de la lucha. Pero con una condición: no hacer daño, ni a ti, ni a los demás, ni al ambiente.

Y ya puestos a protestar, pues me quedo con la protesta  creativa,  que ayuda a llevar la carga. Y dentro de la protesta creativa, con la canción de protesta. Y dentro de la canción de protesta, pues con la  Protesta Pop. Me dirán que qué es eso de la protesta Pop. En seguida se lo explico, pero primero tenemos que remontarnos a los romanos.

Porque canción de protesta ha debido existir desde siempre.  Teniendo en cuenta que la humanidad lleva milenios haciéndose daño a sí misma (por pura ignorancia, pero ese es otro tema), que es una costumbre puramente humana la de compensar el dolor con quejas, y que además a los humanos también les encanta cantar, es completamente lógico que, quizá ya en la prehistoria, a alguien se le ocurriera ponerse a cantar ya protestar al mismo tiempo.


Y así de pronto uno piensa en los trovadores medievales, que además de componer canciones de amor hicieron otro tipo de canciones que acostumbraron a usar como arma política. O en los goliardos, amigos de la sátira y el escarnio, que airearon los males de su tiempo con un montón de composiciones de lo más ácido.

Y uno acude a la Antología crítica de la canción de protesta de Ediciones Corregidor (Buenos Aires, 1971) y efectivamente encuentra aquí recogidas canciones de protesta muy antiguas (desde el siglo xiv), así como muchas canciones anónimas del tiempo en que se esclavizaba a los negros, verdaderos maestros en temas musicales. Porque el blues y el góspel proceden de una época  de mucho sufrimiento.

La invención del gramófono a finales del siglo xix permitió a los artistas comenzar a grabar sus canciones, lo que ha permitido conocer con mucho más detalle la evolución de la canción protesta a lo largo del siglo xx. Sabemos que durante los años cuarenta y cincuenta estaba ampliamente extendida en Europa y las dos Américas gracias a la labor de cantautores como Pete Seeger, Woody Guthrie, Malvina Reynolds, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, Georges Brassens o Jacques Brel, entre otros, que dejaron una abundante producción discográfica.

Al llegar los años sesenta, época revolucionaria a muchos niveles, la canción protesta cobró un extraordinario ímpetu, de modo que los cantantes pioneros tuvieron una amplia sucesión de nuevos cantantes protestones: Bob Dylan, Joan Baez, Phil Ochs, Buffy Sainte Marie, Víctor Jara, Alfredo Zitarrosa, Mercedes Sosa,  Antoine, Huges Auffray, Jose Alfonso,  Fabrizio de André, Umberto Napolitano, Czeslaw Niemen…  Cantores que pusieron banda sonora a un tiempo de convulsas manifestaciones callejeras en la mayor parte de las ciudades del mundo occidental, que fueron generalizadas en la segunda mitad de la década en toda Europa, no sólo en París en mayo de 1968.

¿Y en España qué? Pues hombre, aquí no íbamos a ser menos: si en los años 60 tuvimos yeyé. beat, garaje, sicodelia y sunshine pop, ¿cómo no íbamos a tener canción protesta? Estuviera quien estuviera en el poder, que aquí había muchas ganas de ser europeos… Y también muchos motivos para protestar. Un impulso que entonces resultaba peligroso: el régimen de Franco caía con mano de hierro sobre cualquier conato de insurrección.

La canción protesta en España


Ch. Sanchez Ferlosio, 1978
La primera contestación frontal al régimen franquista surgió alrededor de 1965 en los ámbitos universitarios de Madrid y Barcelona para arreciar a finales de 1968, tanto que las autoridades llegaron a declarar el estado de excepción, por primera vez desde la guerra civil, entre enero y marzo de 1969. Uno de los primeros episodios tuvo lugar en la Universidad Complutense de Madrid en febrero de 1965, apoyado nada menos que por seis catedráticos, que fueron duramente sancionados: Antonio Tovar, José María Valverde y Mariano Aguilar Navarro, que fueron apartados temporalmente de sus cátedras, y Enrique Tierno Galván, José Luis Lopez Aranguren y Agustín García Calvo, que fueron expulsados de la universidad.

A. García Calvo, 1978
La banda sonora de la contestación madrileña la puso sin duda Chicho Sánchez Ferlosio, autor de canciones incendiarias que tuvieron gran impacto en la época, que se transmitieron oralmente durante décadas, siendo cantadas en autobuses de excursionistas y recopiladas en discos y cancioneros internacionales de canción protesta (desde 1963!), donde eran consideradas como anónimas o tradicionales, cuando en realidad se debían a un autor que nunca pensó en cobrar royalties, manteniéndose al margen de la industria discográfica. Afortunadamente Chicho llegó a grabar un par de discos mucho más tarde, el single Coplas retrógradas junto a Rosa Díez (Nuevos Medios, 1982) y un maravilloso LP, A contratiempo (Nevada, 1978), al que contribuyó con letras e imaginación su amigo Agustín García Calvo, uno de los catedráticos expedientados en la protesta de 1965, tras su regreso del exilio. Ambos artistas fueron adelantados a su tiempo y practicaron actitudes vitales poco convencionales. Concretamente, García Calvo sería retratado del siguiente modo por su colega José Luis López Aranguren: “el hombre con mayor originalidad, en cuanto a estilo creativo de vida, de todo nuestro mundo hispánico; el inventor de un modo hippy que se adelantó al americano, sin pérdida alguna de su raíz y peculiaridad españolas”.

Adolfo Celdran, 1969
No hay duda de que la contestación estudiantil fue duramente reprimida con multas y encarcelamientos, si bien da la impresión de que la vida cotidiana de aquellos años, incluida la escena musical, fuera más relajada y alegre de lo que pudiera parecer. De hecho, los cantautores contestatarios se inflaron a grabar discos y fueron objeto de constante atención por parte de la prensa musical. A lo sumo, si alguno se agitaba más de la cuenta se le clausuraba el recital, pero tenía que armarla gorda. En cuanto a las grabaciones, por ejemplo el cantautor Adolfo Celdrán arremetió a lo bestia contra los altos mandos del ejército en la canción General, que fue publicada en un single de 1969 con la etiqueta de “no radiable”, si bien el disco se podía comprar sin mayor problema en las tiendas.

Igualmente suena a topicazo (utilizado para sus intereses particulares por cuatro mangantes) el asunto de la persecución lingüística, al menos en lo que respecta a los años 60: durante esta década se grabaron miles de discos contestatarios (y no contestatarios) en catalán, vasco y gallego,  que fueron publicados por el sello Edigsa, con sus filiales vasca (IOI) y gallega (Xistral), y por otros muchos sellos como Als 4 Vents, Barlovento,  Canigó, Cinsa, Concèntric, DDC, Discophon o Subur; aunque también algunos sellos grandes, centrados en la producción a escala nacional, como Belter, Columbia, Emi, Movieplay, RCA, Vergara o Zafiro publicaron abundantes discos en catalán y en vasco.

La consigna generalizada era de oposición al régimen y de carácter izquierdista. De modo que se impuso un modelo de cantautor comprometido, algo solemne, que se acompañaba sólo con una guitarra y utilizaba sus composiciones como arma de combate. El movimiento de la Nova Cançó en Cataluña llegó a considerar la canción como un instrumento de trabajo, necesariamente austera en lo artístico, en la que la letra cobraba tanta importancia, que la música podía quedar relegada a un segundo plano. Este modelo de cantante llenó las filas de los colectivos de cantautores Els Setze Jutges, Voces Ceibes, Ez Dok Amairu y Canción del pueblo.

Xavier Ribalta, Columbia, 1966

No obstante, en los márgenes de la “protesta oficial” hubo numerosos artistas que no tuvieron inconveniente en “aburguesarse” y vestir sus canciones con los colores de la música pop, otorgando la misma relevancia al texto que a la música. A ellos se debe todo un micro movimiento de protesta pop, injustamente olvidado, prácticamente invisible, que enarboló la bandera del pacifismo para ofrecer la vertiente más alegre y (en mi opinión) musicalmente más interesante del movimiento de protesta.

La protesta pop


Entre 1966 y 1968 la canción protesta estaba  tan de moda en España que invadió casi todos los ámbitos del pop, la música considerada como más intrascendente. Tan insólita contaminación parce haberse producido gracias al éxito internacional de If I Had a Hammer, canción escrita en 1949 por Pete Seeger y Lee Hays para apoyar al movimiento comunista norteamericano, que escaló puestos en las listas de todo el mundo tras ser recuperada en los primeros años 60 por Peter, Paul and Mary y en especial por el tejano Trini López.

Adaptada al castellano con el título de Si tuviera un martillo, fue objeto de numerosas versiones en España en 1964, a cargo de Sonia, Juan Pedro Somoza, Gelu, Francisco Heredero, Los Sírex, Los Tamara, el Latin Combo, Los Catinos, Los Relámpagos, Antonio Escudero con The 5 Reylon's, o Ruffo y sus 4, entre otros. La letra de la versión en castellano, escrita por Rodemar, se dedicaba en realidad a las elucubraciones amorosas de una chica (o de un chico, dependiendo de quien la cantara) incluyendo unos característicos ye yés que terminaban de convertir la canción reivindicativa original en una tonadilla para adolescentes. No obstante, el ímpetu que, por ejemplo, la cantante Sonia imprime al tema, hace pensar que algo estaba bullendo en la juventud del momento.

Para demostrar que la cosa iba en serio, Los Sirex grabaron al año siguiente La escoba, canción de Laredo que convirtieron con sus propios arreglos en uno de los hits incontestables de los años 60, ya con una letra plenamente reivindicativa, que a juzgar por la frase más repetida en su estribillo, Si yo tuviera una escoba, seguía de cerca la estela de If I Had a Hammer. Verdadero himno de protesta-beat que el grupo incluyó en un prodigioso EP de 1965 junto a otras tres canciones propias, que respectivamente seguían las ondas del ye yé, el garaje y el rithm and blues.

Durante 1966 se multiplicaron los episodios de canción protesta, por ejemplo los protagonizados por Lleó Borrell, prolífico compositor y pianista de jazz vinculado al movimiento de la Nova Cançó, que puso música a una canción antibelicista, Ofensiva de paz, interpretada por Renata; y compuso un himno catalán de protesta, No aconseguirán, con letra del poeta Josep Maria Andreu, que fue grabado el mismo año por Salvador Escamilla y publicado, junto a una versión de un tema de Dylan, en un EP titulado Cançons de protesta (Edigsa, 1966).


Tras estos y otros antecedentes, la epidemia se desató definitivamente en 1967, inundando los campos del yeyé, el beat y hasta el sunshine pop. Aunque los modelos anglosajones (Pete Seeger, Dylan, Peter Paul and Mary) fueron importantes, en lo que respecta a la protesta pop las principales influencias vinieron de Italia, que entonces vivía una aguda fiebre contestataria. Así lo prueban las numerosas canciones italianas de protesta que fueron adaptadas al castellano entre 1966 y 1967: Allora Dai de Giorgio Gaber (=¿Y ahora qué? en versiones de Licia y Vicent); Pietre, interpretada por Ricky Gianco y Antoine (=A palos, en versiones de Piedad y Los 4 de la Torre); : C’era un ragazzo que come me amaba i Beatles e I Rolling Stones de Gianni Morandi (=el mismo larguísimo título pero en español, con versiones de Santy y Emmanuel); La rivoluzione, interpretada por Gianni Pettenati (=¡Basta ya!, en versiones del Colonel Pipo y The Finder’s); Mile chitare contro la guerra, interpretada por Carmen Villani y Umberto Napolitano (=Guitarras contra la guerra, por Mochi). Incluso Los Bravos reivindicaron la libertad con un potente tema de rebeldía juvenil, aderezado con distorsión y efectos, escrito por autores italianos y cantado también en italiano: Uno come noi, con el que concursaron en al Festival de San Remo en 1967. Una canción que así mismo fue objeto de versión en castellano por Renata.

Sin duda, el tema más veces utilizado en la canción protesta de aquellos años fue la oposición a la guerra, fruto de la ignorancia y el egoísmo humano. Ya fuera en canciones propias o en versiones, con los lenguajes del pop, o por cantantes con guitarra de palo, abundaron emotivos temas de contenido pacifista: Ofensiva de paz de Renata (1966); La paloma de la paz del Colonel Pipo (1967); El colom de la pau de Francesc Pi de la Serra (1967); Cuatro muchachos, grabada en sendas versiones por Sylvana Velasco, Juan Ramón y Los Catinos (todas de 1967); Gente joven, de María (1967); Estoy esperando, de Dean Reed (1967); El desarme de Albert Band (1968); el EP titulado Clams per la pau, de Ramón y M. Consol Casajoana (1967). O el hit importado Sácale las balas a ti fusil de los argentinos Bárbara y Dick, en un single para RCA de 1967 que fue superventas en España.

Obviamente sólo se podía protestar contra una guerra genérica, a lo sumo contra la guerra del Vietnam, o contra el desastre de Hiroshima. Se denunciaban los males de la guerra, el odio, la maldad, la destrucción, que sin duda evocaban a la propia guerra civil española, tan presente en la memoria colectiva. Algunas de estas canciones son Días sin mañana de Los Huracanes (1966); La guerra de Agustí (1967); ¡Basta ya! del Colonel Pipo (1967); Guitarras contra la guerra de Mochi (1967); Me entregaron un fusil de Nino Sánchez (1967); El soldat universal y El nen d’Hiroshima, de los hermanos Casajoana (1967); Napalm de Marian Albero (1967); el EP titulado Baladas frente a la guerra de Ricardo Cantalapiedra (1968); las versiones de La guerra cruel grabadas Luisa (1969) y Mocedades (1969);  Oración por el Vietnam de Los Amis (1969); y Era un muchacho que como yo amaba  a los Beattes y a los Rolling Stones, interpretado por Santy (1966) y Emmanuel (1966). 

Excepcionalmente, algunos valientes se refirieron de manera más o menos directa a nuestra propia historia. Caso de Manolo Díaz con Postguerra (1967). Y de Luisa y de Patxi Andion, que hicieron sendas versiones de Manuela, tema muy popular en el bando republicano durante la guerra civil española, que llevaba el subtítulo "una historia más de guerra" , ambos para Movieplay en 1969.



El segundo gran referente del período fue la canción de contenido social: canciones que, o bien retrataban las condiciones de vida de la gente humilde, o bien satirizaban sobre los estilos de vida de la gente adinerada.

A la primera categoría pertenecen temas como Antonia la castañera del Colonel Pipo (1967), La canción del Pizarral de Nino Sanchez (1967), El barrio de Dindás, El tren ha partido y El pobre, de Manolo Díaz (todas de 1967), o Los Molinos de la Mancha de Los Gritos (1967). A la segunda, Bibí de Manolo Díaz (1967), Los burgueses de Luis Eduardo Aute (1968), o El burguès de Francesc Pi de la Serra (1967). 

Este tipo de canción tuvo un correlato en la novela de contenido social, muy en boga en la España de los 60. Nino Sanchez establecería un puente entre canciones y novelas al poner música a unos poemas del novelista Francisco Candel en 1970.


Manolo Díaz, Sonoplay, 1967
L.E.Aute, RCA, 1968














Por el contrario, un asunto que parece haber sido distintivo de la protesta pop, ajeno a la “protesta oficial”, con unas connotaciones netamente hippies, fue la canción que podríamos llamar de “sueño utópico”, relativa a una era de entendimiento, paz y amor entre todos los seres humanos, que podía ser soñada, deseada o anunciada. Un tema que se prestaba muy bien a los arreglos orquestales complejos, al pop sinfónico visionario, eso que hoy día llamamos popsike y sunshine pop. Entre las gemas de esta serie destacan los temas  Personas, animales y plantas de Emmanuel (1967), Un día llegará del Dúo Dinámico (1967), En el mundo todo cambiará de Luciana Wolf (1967), Ayer tuve un sueño de Los Pasos (1967), Se de un mundo mejor de Las 4 monedas (1968), Buscamos comprensión de Sylvia Nelson (1967) y Un mundo ye yé de Alfredo de Palencia (1968).

Canciones llenas de compasión, letras llenas de buenas intenciones, oraciones por un mundo mejor… A uno le da la impresión de que, a pesar de haberse expresado en un medio supuestamente intrascendente, la protesta pop mantenía intacto su compromiso con el ser humano; una canción con contenido, cuyos textos mantienen plena vigencia en nuestros días. De tener que escoger un tema, me quedaría -tanto por música como por letra- con Rebeldía, canción firmada por Carlos Hidalgo e interpretada por Joaquín Petit (desconocidos autores de los que quisiéramos tener más datos), en un single de 1970 para Polydor, que por su fecha bien valdría para cerrar el breve capítulo de la protesta pop en España (1965-1970). De nuevo un tema de sunshine-pop, con deslumbrantes arreglos orquestales y una letra que considero llena de sabiduría:

Joaquín Petit – Rebeldía

El mundo se acabaría
La gente no viviría
Si no existiese en nosotros
Un poco de rebeldía
Rebedía, no el rencor,
Ni tampoco cruel pasión,
Es luchar por conseguir
Un poco más de paz y amor,
Es luchar por conseguir
Un poco más de paz y amor.
No es luchar contra la edad
Olvidando la experiencia
Adquirida con conciencia
Por quien ha vivido ya.
Rebeldía, escúchame
Es luchar con sensatez
Por todo lo noble y bello
que no tienes y tu ves,
por todo lo noble y bello
que no tienes y tu ves.
Si te dicen que no luches
Que por qué has de complicarte
No eches cuenta que es cobarde
Quien no lucha por levantarse.
Porque todo es del color
Del cristal con que se mira
Si tu cristal está sucio
Verás muy fea la vida
Si tu cristal está sucio
Verás muy fea la vida
Rebeldía no es rencor
Ni tampoco cruel pasión
Es luchar por conseguir
Un poco más de paz y amor
Es luchar por conseguir
Un poco más de paz y amor
Rebeldía, rebeldía, rebeldía.



La protesta ye yé


            Resulta sorprendente que la canción de protesta inundara un campo tan aparentemente poco afín como la onda ye yé, pero así fue. Por supuesto, los cantantes ye yé imprimieron a la protesta la energía que más les caracterizaba: alegría, desenfado, vitalidad… Venían a ser la antítesis del cantautor solemne porque, además, ninguno cantaba sus propias canciones.

Adolfo Ventas, el grupo femenino Ellas, Emmanuel (de Los Sonor), Ivana, Juan Ramón, Licia, Miguel Ríos, Mochi, Mony, Piedad, Renata, Santy, Silvana Velasco o Vicent (de Los Wikingos), son algunos de los que grabaron canciones de protesta y seudoprotesta. Aunque no todas fueran puro ye-yé: en 1967 el estilo entraba en recesión y sus tradicionales intérpretes seguían dependiendo de los deseos de sus directivos discográficos, productores y compositores de canciones. De modo que la protesta ye-yé tuvo en realidad mucho de protesta-soul y de protesta-freak.

La  culpa de que la protesta inundara el mundo ye yé hay que echársela al pop italiano y en especial al Festival de San Remo. No sólo porque Santy, Emmanuel, Mochi, Licia, Vicent y Piedad grabaran versiones de canciones de protesta italianas, algunas de las cuales habían concursado en el citado festival. También porque el Festival de Benidorm en España, que seguía en todo al de San Remo, acogió canciones de protesta en sus ediciones de 1966 y 1967.

La pionera fue Renata con Ofensiva de paz, que concurrió al Festival de Benidorm de 1966 sin comerse una rosca. Canción escrita por Rosa María Millet, grabada con bellísimos arreglos orquestales de León Borrell, que la convirtieron en una gema de sunshine pop. Al año siguiente le tocó el turno Silvana Velasco y al argentino de paso por España Juan Ramón, que defendieron en Benidorm un emotivo tema antibelicista, Cuatro muchachos, firmado por el tándem Mario Sellés y Miguel Portolés, habituales compositores de certámenes musicales. Tema que no escapó de las garras de Los Catinos, grupo fusilador de todo tipo de éxitos, que también hicieron su versión, incluida en un raro LP dedicado por Belter al 4º Festival de Benidorm.

Al Festival de Benidorm de 1967 concurrió así mismo la canción Y dicen de la juventud, escrita por otro curtido dúo, Ignacio Román y José Luis Navarro, e interpretada por Adolfo Ventas (hijo) y el grupo femenino Ellas: un alegato generacional sobre la incomprensión del mundo de los jóvenes por parte de los adultos. El asunto tratado era común a muchas canciones de rebeldía juvenil de aquellos años, si bien aquí se mostraba algo descafeinado, carente de fuerza o convicción.


Y es que para ser buen ye yé había que ser un poquito rebelde y cantar algo cabreada, como muy bien entendió Conchita Velasco en su versión de La chica ye yé, de Guijarro-Algueró. Y sobre todo Ivana, protestando contra los niños pijos, en su muy salvaje versión de Bibí (Columbia, 1967), la célebre canción de Manolo Díaz, que transformó en puro freakbeat. Sin olvidar a Mony, todavía más descarada en su interpretación del tema de Luis Araque Viva la libertad (Fontana, 1967), secundada por una banda beat-soul que, sorprendentemente, comenzaba el tema con un arreglo idéntico a los primeros compases de London Calling de The Clash, canción 12 años posterior. Porque Mony, más que chica ye yé, demostró ser profeta punk. Y además no fue la única.



Protesta ye ye


Sonia – Si tuviera un martillo
Los Sirex – La escoba
Miguel Rios – Hermanos
Licia - ¿Y ahora qué?
Manolo Díaz – Bibí
Piedad – A palos
Un ritmo ye yé
Los Pasos – Nací de pie
The Finder’s – La rivoluzione
Sylvana Velasco – 4 muchachos
Santy – Era un muchacho que como yo amaba a los Beatles y a los Rolling Stones
La guerra del Vietnam
Mochi – Guitarras contra la guerra
Alfredo de Palencia - Un mundo ye yé






El garaje protesta



Cada época tiene su estilo y su energía, y está claro que la energía de los años 1966-67 fue de lo más reivindicativa. Así lo indica que el auge de la canción protesta coincidiera exactamente en el tiempo con la aparición de numerosas canciones de rebeldía juvenil, interpretadas por conjuntos suicidas, en ese estilo tan apasionante que hoy gustamos denominar como rock garaje.

Si a alguien le cabe duda de que aquí había protesta, y de la más auténtica, que eche un oído a himnos generacionales como Soy así y Es la edad, de Los Salvajes (1966), Incomprendidos de Los No (1966) (¿se podía ser más contestatario que un grupo que se llamara Los No?) o Nuestra generación de Lone Star (1966), versión de My Generation de The Who; verdaderos alegatos de rebelión contra el mundo adulto, realizados además con mucho descaro, imaginación y humor.


Aunque la fusión más perfecta entre garaje y protesta quizá haya que atribuírsela a Los 5 del Este con Protestando (1966), que musicalmente se sirve de todos los tics del género. A Los Huracanes, con su magnífica versión de Eve of Destruction de Barry Mc Guire, titulada Días sin mañana (1966), con una estremecedora letra en castellano. A Albert Band, que pedían vivir su juventud en paz, a base de distorsión y farfisa, en El desarme (1968). Y muy en particular al cantante valenciano José Manuel Belenguer Faubel, más conocido como Colonel Pipo, que nos dejó todo un EP de protesta pop (1967) en el que conjuntaba las tendencias más rompedoras del momento, desde la uniformidad militar decimonónica popularizada los Beatles (y el Sargento Pimienta) hasta la guitarra acústica con armónica que blandían cantantes como Dylan y Antoine, para presentar sus mejores armas: dos canciones pacifistas, una del Festival de San Remo(¡Basta ya!) y otra compuesta por él mismo (La paloma de la paz), una canción de contenido social debida al brinco Fernando Arbex (Antonia la castañera) y una cuarta, propia, en la que llamaba a la solidaridad de los jóvenes (La historia de cualquier beatnik). Todo ello servido con una instrumentación de garaje ácido, con chirriante órgano, guitarras crudas y un amplio repertorio de efectos especiales, desde burbujas a gritos, bombas y disparos.

Otro protagonista excepcional de la protesta de garaje en España fue Dean Reed, llamado el Elvis rojo, estrella del pop y actor de cine de aventuras, así como activista social y político de izquierdas que tuvo que llevar una existencia viajera alrededor del mundo tras ser declarado en rebeldía por el gobierno del país donde había nacido, los Estados Unidos de América. Tan ilustre personaje nos visitó a finales de los años 60, procedente de Sudamérica, donde había podido colaborar con su admirado Víctor Jara, el cantautor chileno, y camino de Rusia, donde había sido contratado para actuar. En España participó en el rodaje del spaghetti western Veinte pasos hacia la muerte, de la productora de Ignacio F. Iquino (IFI), que fue rodada en tierras de Fraga (Huesca) y del Montseny (Barcelona). Y además nos dejó todo un regalo, ya que grabó un EP para Belter en 1967, con cuatro canciones cantadas en castellano entre las que figura un sorprendente tema de garaje, Estoy esperando, un alegato en favor de la justicia y la paz.

               
En una compilación de rock garaje protestón español no debería faltar el himno generacional  Uno come noi, cantada en italiano por Mike Kennedy al frente de Los Bravos, con la que el mítico conjunto español concursó en el Festival de San Remo de 1967. Aunque este tema funcionaría igual de bien en una compilación de garaje de protesta italiano, que también hacia 1966-67 produjo muchos y fabulosos frutos, entre los que destacan los himnos victimistas Come potete giudicar de I Nomadi, Per quelli come noi de I Pooh, o Detatto al capello de I Quelli, entre otros.




Garaje protesta

Cuadro del Equipo Cronica, 1967



Colonel Pipo - ¡Basta ya!
Adolfo Celdran – General
Albert Band – El desarme
Los Huracanes – Días sin mañana
Dean Reed – Estoy esperando
Ignacio Fernández Toca – No nos moverán
Miquel Cors – Espiritual blanc
Colonel Pipo – La paloma de la paz
Alex Marco – La vaca de la paz
Francesc Pi de la Serra – El colom de la pau
Javier Travieso – Mi protesta

Una actitud de protesta
Massiel – No comprendo
Los No – Incomprendidos
Lone Star – Nuestra generación
Los 5 del Este – Protestando
Els 3 tambors – Romanço del fill de vidua
Chicho S. Ferlosio – Gallo rojo, gallo negro
Ivana – Bibi
Los Bravos – Uno come noi
Colonel Pipo – Antonia la castañera
Los Gritos – Los molinos de la mancha









El sunshine de tu protesta


               
Si las canciones ye yé transmiten mucha alegría y los temas garageros suelen significar una inyección de fuerza, el mundo del sunshine-pop tiene que ver sobre todo con la belleza. También un género musical propio de los últimos años sesenta, experimental a su modo, caracterizado por el despliegue de cuidadas melodías, arreglos musicales complejos, armonías vocales, sonidos alambicados…

Y sí, también el sunshine pop se contaminó de protesta, una protesta quizá más ensoñadora que peleona. Ejemplo paradigmático del estilo, en su vertiente popsike (o más sicodélica) fue el enigmático grupo Las 4 Monedas, autor de un EP para Belter en 1967, que nada tiene que ver con el grupo de los hermanos O’Brien originario de Venezuela, también llamado Las Cuatro Monedas, que publicó muchos más discos (igualmente con Belter) a finales de los años 60. Estos 4 monedas estaban vinculados con el exitoso cantante argentino Yaco Monti,  que firma Se de un lugar, delicada canción con letra de sueño utópico y primorosos arreglos entre los que no falta la guitarra fuzz.

          Entre los conjuntos españoles, Los Pasos fue el más vinculado tradicionalmente por la prensa y los medios con la canción de protesta. No en vano lo suyo fue siempre canción-con-contenido, que incluía generosas dosis de crítica, ironía, rebeldía… Con títulos tan expresivos como Los Amos, Nací de pie, No encuentro comprensión, No me gusta decir sí, Nadie me entiende, o la nostálgica y progresiva Quiero volver, dedicada al tema de la emigración. Temazos todos ellos publicados por Hispavox entre 1966 y 1968, siempre primorosamente arreglados por la factoría Rafael Trabuccheli con los lenguajes del beat, la onda costa oeste y en especial la psicodelia, con derivaciones en popsike y sunshine-pop de gran pureza. Al último estilo creemos que habría que adscribir Ayer tuve un sueño, composición del cantautor Manolo Díaz con la clásica letra de sueño utópico, que Los Pasos convirtieron en una de las canciones más bellas de los años 60. Siempre, claro está, según el parecer de quien escribe estas líneas.

Hablar de Los Pasos nos lleva a encontrarnos de frente con el gran creador en la sombra de la canción de protesta en España, un enorme cantautor, ninguneado durante décadas por su indisimulada relación amorosa con el pop, tan sólo recuperado tímidamente en los tiempos actuales: Manolo Díaz. Autor y productor de canciones para innumerables grupos y artistas, alma mater de la comuna folk Aguaviva en los primeros 70, más tarde alto directivo en compañías discográficas. De su etapa como cantautor de protesta recuperamos aquí algunas de las canciones que escribió para otros artistas, como Bibí, Don Felipón, Personas, animales y plantas o Ayer tuve un sueño, en versiones, como ya se ha dicho, de Ivana, Clara, Emmanuel y Los Pasos. Manolo Díaz también interpretó sus propias canciones en un LP, Retablo (Sonoplay, 1967) y en un puñado de singles, que retrataban aspectos de la realidad cotidiana en la España de la época, con un punto de ironía, denuncia y crítica, aunque una crítica constructiva. Es decir, que lo suyo era sobre todo la canción social, evidente en los temas que aquí hemos recuperado (Bibí y Postguerra, recopilaciones 1 y 4), y en muchos otros como El pobre, Rufo el pescador, La recomendación, El barrio de Dindás, El tren ha partido, Viejos y viejas, o La Juventud tiene razón, siempre envueltos con los lenguajes del pop.

También se comportaron como verdaderos cantautores pop en los últimos años 60 otros dos adalides de la nueva canción castellana:  Luis Eduardo Aute y Nino Sánchez. El primero con un LP, Diálogos de Rodrigo y Jimena (RCA, 1968) y un puñado de singles grabados bajo la dirección artística de Juan Carlos Calderón: lo que era sinónimo de lujosa producción y extraordinario colorido instrumental, envolviendo todo tipo de canciones, incluyendo sátiras festivas como Los Burgueses o Made In Spain. Por su parte, Nino Sanchez se especializó en la canción pacifista y social, a veces apoyado por una no menos lujosa instrumentación, como en la canción Perdonar (Belter 1966), o en la bellísima Sonar de campanas, sonar de tambor (Belter, 1968), donde, aprovechando la cobertura que proporcionaba un villancico navideño, conseguía colar un texto de lo más reivindicativo, creando una ensoñadora oda a la libertad.


Protesta Sunshine

Agustí – La guerra
Manolo Díaz – Postguerra
Luis Eduardo Aute – Los burgueses
Clara – Don Felipón
Emmanuel – Personas, animales y plantas
El folklore de protesta
Las 4 monedas – Se de un mundo mejor
Renata – Ofensiva de paz
Dúo Dinámico – Un día llegará
Los Pasos – Ayer tuve un sueño
Luciana Wolf – En el mundo todo cambiará
Nino Sanchez – Perdonar
María – Gente Joven
Joaquín Petit - Rebeldía 




Protesta y Arte Pop


Aunque la música pop tuvo un idilio momentáneo con la canción de protesta, parece ser que la “protesta oficial” nunca quiso saber nada del pop. Un cantautor de guitarra de palo debidamente comprometido recelaba naturalmente de esa música intrascendente, que solía considerar como producto de consumo de la sociedad capitalista destinado a adormecer a las masas, cuando no como uno de los medios que el imperio invasor estadounidense utilizaba para colonizarnos. Si además era obsesivo, podía llegar a recelar de cualquier forma de arte, considerado como un lujo burgués innecesario, sustentado por las clases poderosas del Antiguo Régimen.

            Afortunadamente algunos cantautores españoles sí que se mezclaron con otro tipo de pop, el arte pop, un estilo innovador en las artes gráficas que admitía muy bien el contenido satírico y el compromiso político. Es el caso de Raimon y Ovidi Montllor, que en 1968 publicaron diversos singles con el sello Discophon, con portadas de Manolo Valdés y Juan Antonio Toledo, es decir, el Equipo Crónica, uno de los referentes esenciales del Arte Pop en España, que realizaron obras exclusivas para sus amigos cantautores.  






















Otra factoría de arte pop fue el colectivo Canción del Pueblo, formado por Juan Manuel Bravo, Hilario Camacho, Elisa Serna (componentes de La Trágala), Luis José Leal, Manuel Toharia e Ignacio Fernández Toca, que publicaron un EP y dos singles entre 1967 y 1968 por medio de la Editora Universitaria de Madrid (EDUMSA) y el sello discográfico Fontana. La serie de Ensayos nº 1, 2 y 3, con portadas de arte experimental que mostraban nombres de cantantes y títulos de canciones dispuestos en complejos diseños simétricos; un estilo enraizado en la poesía visual de la Generación del 27 (particularmente en el movimiento conocido como Ultraísmo), aunque con formas, estructuras y combinaciones de colores que parecían más próximas a la psicodelia. Estos tres primeros ASE (Artefactos Sonoros Españoles) tuvieron una continuación inmediata en otros cuatro artefactos no menos raros, publicados también en 1968, bajo el título de Andros (volúmenes nº 1, 2, 3 y 4), que acogieron grabaciones de Ignacio Fernández Toca, José Antonio Labordeta (primer disco del cantautor aragonés), Rafael Caba y Luis José Leal, ya con unas portadas de decidido arte pop, obra de autores anónimos, no acreditados en las carpetas de los discos.




















Los artistas referidos en este apartado manifestaron rasgos comunes, característicos de la primera época del movimiento de cantautores: se acompañaban únicamente con sus guitarras y grababan con pocos adornos (si bien la mayoría diversificaron más tarde su actividad musical, algunos incluso explorando los terrenos de la psicodelia y el rock progresivo, casos de Juan Manuel Bravo -alma mater del grupo Música Dispersa-, Ovidi Montllor o Hilario Camacho); estaban empapados de poesía, como creadores de sus propias letras o poniendo música a obras de poetas españoles (en especial de la Generación del 27); y acogieron obras de arte pictórico en las portadas de sus discos, una estupenda costumbre con amplia continuidad desde entonces, que daría lugar a toda una pinacoteca, alojada en las carpetas de los LPs de los cantautores, que fueron decorados con firmas de la talla de José Hernández, Juan Genovés o Antonio Saura.



La Contraprotesta


El mejor testigo de la repercusión que el movimiento de canción protesta tuvo en la sociedad española alrededor de 1967 fue todo un chispeante movimiento musical de contraprotesta, desplegado por algunos humoristas y cantantes, con argumentos que podían ser igual de válidos y verdaderos que los de la protesta.

Y es que la nueva moda fue considerada inmediatamente como una amenaza por algunos cantantes melódicos que, a pesar de intentarlo con ahínco, no lograban abrirse paso en el mundo del pop, mientras observaban cómo otros cantantes desarrapados, con sólo una guitarra en ristre, eran capaces de atraer toda la atención del público y los medios de comunicación. Este es exactamente el recelo que el cantante de derechas De Raymond manifestó en su momento hacia su tocayo el cantautor de izquierdas Raimon. Y posiblemente también lo mismo que sentía el cantante melódico Jorge, cuando grabó el tema ¿Por qué tanta protesta? Viva la esperanza (Emi, 1966), del que era co-autor, en el que opinaba, no sin razón, que la protesta servía para traer más angustia que felicidad, y que era mucho mejor ayudar a los demás que protestar.

Otro cantante lógicamente refractario a la protesta fue el argentino temporalmente asentado en España Palito Ortega. Músico y autor de sus propias canciones, actor de cine, además de político en su tierra natal, logró el éxito internacional gracias a su facilidad para fabricar canciones pegadizas, energéticas y optimistas, en las que solía cantar a las cosas buenas de la vida, al amor, las flores, la primavera, la felicidad, el corazón-contento-y-lleno-de-alegría, o las noches de farra, entre otras. Siempre atento a las corrientes musicales internacionales, su amplia discografía de los años 60 y 70 es pródiga en sorpresas de todos los estilos, entre las que figura Libro de quejas, canción de contraprotesta incluída en su LP Viva la vida (RCA, 1969), en la que ironiza sobre la higiene de los hippies, la escasa capacidad de la protesta para mejorar las cosas, o lo malo que quejarse puede resultar para la salud, con una melodía y unos arreglos instrumentales realmente exquisitos.

En cualquier caso, si un juez hubiera tenido que otorgar la victoria a un contrincante en el debate protesta-contraprotesta, ésta hubiera sido de modo aplastante para la protesta (léase, para las izquierdas). Porque, en realidad, nadie se tomó en serio lo de "contra-protestar". A excepción de Palito Ortega y de Jorge, los artistas vinculables con esta onda se dedicaron fundamentalmente a parodiar la moda con un maravilloso sentido del humor. 
Todas las cuitas, pesares y ocupaciones de la canción de protesta quedaban reducidas al absurdo, por medio del humor más descacharrante, en canciones como Yo protesto, en la que la actriz y humorista Mary Santpere parodiaba a una cantante de guitarra de palo (1968), Los negros con las suecas de Los Hippyloyas (1969), o Las berrreaciones de Pascoan de los Hemanos Calatrava (1966), parodia extrema de Les elecubrations d’Antoine, del cantante francés del mismo nombre. 
La canción que sirve para bautizar a todo este micro-movimiento musical reaccionario se debió al cantante de origen francés Georgie Dann, así mismo exquisito músico y compositor, autor de La contraprotesta (1966). Un divertido tema en el que Georgie parodia el estilo vocal de Bob Dylan, arremetiendo contra la moda de la protesta con una serie de argumentos que acababan haciendo de su tema otra canción-con-contenido, no tanto de denuncia como de provocación, sobre todo cuando se encara contra el Dúo Dinámico y llama payaso al propio Dalí, siempre dentro del más puro cachondeo.


Georgie Dann – La contraprotesta

Hoy lo moderno en la canción
Es protestar sin ton ni son
Pronto aquí no habrá un cantante
Que no sea protestante.
Aquí en España yo no se
Por qué protestan ni de qué
Todo es hablar por no callar
Y quiero contraprotestar
Por supuesto.
No hay derecho a protestar
En un país que es de admirar
Donde tenemos este sol
Que da más primas que el futbol.
Un Dúo Dinámico tenemos
Y el dinamismo no le vemos
A lo mejor será un secreto
Y protestar fuera indiscreto
Por supuesto.
También Dalí va siendo un caso
Con sus salidas de payaso
Tal vez si un circo lo admitía
Más que pintando ganaría.
Cortarse el pelo un ojo cuesta
Pero no apruebo la protesta
De esos que van como los ves
Con la melena hasta los pies.
De la canción de protesta
Contraprotesto, contraprotesto, contraprotesto
Por supuesto!


El tercer gran cantante de éxito de la época (junto con Palito Ortega y Georgie Dann), fue Luis Aguilé, originario de Argentina y también refinado músico y compositor de sus propias canciones, que igualmente aportó su granito de arena al asunto de la contraprotesta: la canción Balada gamberra, delicia humorística perteneciente a un mini LP que, para colmo de frikismo, formaba parte de una novela musical para amas de casa llamada Canción de amor, formada por un libreto y un disco editados por La lechera en 1968. Bueno, pues esta delicia musical, decía, ironizaba sobre las costumbres de la juventud rebelde, más amiga de las melenas, el victimismo y la protesta que del trabajo y la higiene personal (siempre los pelos largos como protagonistas principales); un ataque cariñoso, realizado con un desparpajo musical que ya hubieran querido para sí muchos cantautores de guitarra de palo.

Aunque la cima de la contraprotesta friki y surrealista hay que atribuírsela al cantante Alex Marco, español residente en París (al menos en aquella época), famoso inventor del baile del Bicycle, que debió vivir en directo los disturbios de mayo del 68. Fruto de esa experiencia parece ser un prodigioso ASE (Artefacto Sonoro Español): el single La vaca de la paz / Papá, mamá y el nene (Espectra-Sintonia, 1968), cuya cara A parecía parodiar la canción La paloma de la paz del Colonel Pipo, pero en versión totalmente enloquecida, con el cantante, secundado por una banda de garage, desplegando un diálogo absurdo a base de mugidos vacunos e idiomas inventados, bajo el fragor de un bombardeo aéreo. Mientras que la cara B, censurada e irreproducible en la mayor parte de las copias del disco que se conocen (a excepción de la mía), incluía un ácido cuento en clave soul-pop sobre un niño que manda sobre su padre y su madre, tras ser educado por los hippies y Daniel Cohn Bendit (revolucionario parisino, al que se nombra expresamente), de quienes aprende respectivamente que el amor y la lucha son lo más importante, una vez que ha rechazado la educación tradicional: “estudiando no aprendió / más que dos y dos son cuatro / y la vida le enseñó  / que en el mundo en que nació / la verdad se ha de callar / y tan sólo hay que mentir”. Un auténtico bombazo.




La Contraprotesta
La protestona
Jorge - ¿Por qué tanta protesta? Viva la esperanza
Georgie Dann - La contraprotesta
Mary Santpere - Yo protesto
Protesta noble
Palito Ortega - Libro de quejas
Luis Aguilé - Balada gamberra
Alex Marco - Papa, mama y el nene
Los Hippyloyas - Los negros con las suecas
Los blancos y los negros
Hnos. Calatrava - Las berreaciones de Pascoan







Flogüer-Pogüer Cañí



La protesta de los años 60 del siglo XX se caracterizó por apuntar bien alto. No le valían los pequeños logros. Quería transformar el mundo de odio y violencia heredado del pasado en un mundo de entendimiento, paz y amor, y lo quería de inmediato. Fue una protesta esencialmente hippie,  influida por filosofías y prácticas de raigambre oriental, confiada en que el triunfo del amor y la verdad era imparable. 

Una protesta basada en la auto-liberación por medio del auto-conocimiento, que no se ha interrumpido desde entonces, que continúa expandiéndose en nuestros días, que tiene mucho futuro por delante. Si bien en los últimos años 60 coexistieron otras formas de protesta, que darían origen a los numerosos grupos terroristas que surgieron y se desarrollaron en Europa durante los años 70 y 80; un camino profundamente inmaduro e inconsciente, que tras derivar hacia callejones sin salida parece hallarse prácticamente extinto en la actualidad, al menos en el mundo occidental. No en vano luchar contra el imperio te convierte en el imperio.

La semilla del hippismo se hallaba latente en la rebeldía de las bandas de garaje. Comenzó a germinar con la agitación reivindicativa y, gracias a los nutrientes de la psicodelia, produjo una exuberante floración. Los chicos y chicas ye yé se transformaron en niños de las flores. Y su protesta se dulcificó: habían podido comprobar que el paraíso estaba aquí mismo y ahora mismo, no hacía falta ir a ningún lado, ni siquiera pelear, lo único necesario era sustituir pensamiento por atención, iluminar el entendimiento y abrir el corazón al milagro constante de la existencia (¡ahí es nada!). No en vano el movimiento hippie fue considerado al poco de su nacimiento, como un movimiento eminentemente espiritual.

El componente hippie en la protesta de los años 60 fue muy bien percibido por quienes se dedicaban a mirar el movimiento desde la barrera. Entre los autores e intérpretes de la canción de contra-protesta que acabamos de nombrar, Palito Ortega, Mary Santpere, Alex Marco y Los Hippyloyas nombran expresamente a los hippies como sujetos de la protesta en sus canciones; mientras que Georgie Dann y Luis Aguilé identifican la protesta con el pelo largo. 

Gran parte de las canciones pertenecientes a la protesta pop, en especial las que hemos recopilado dentro del subgénero "protesta sunshine", participan del humanismo hippie: la filosofía "haz el amor y no la guerra", que es un principio esencialmente yóguico; la belleza de las flores, frente a la violencia y la ignorancia; y el amor libre, es decir, el amor libre de esclavos y de propietarios. Una de las canciones que mejor compendiaba los ingredientes de la buena voluntad hippie es Buscamos comprensión (Philips, 1968), escrita e interpretada por la cantante originaria de Lérida Sylvia Nelson, que grabó un par de EPs y protagonizó junto a Bruno Lomas el filme Chico Chica Boom.

Sylvia Nelson – Buscamos comprensión

Hoy los chicos y las chicas
Buscamos la comprensión
Como símbolo y bandera
Escogemos al amor
Escogemos a la flor
El clavel es la sonrisa
La violeta humildad
Y la flor de nuestro tiempo
Debería ser la paz
Debería ser la paz
En cada rincón del mundo
Nuevo amanecer será
Si con flores y oraciones
Unimos la humanidad.
En vez de escoger las armas
Escogemos la oración
Entre flores y oraciones
Lograr un mundo de amor
Lograr un mundo de amor
En cada rincón del mundo
Nuevo amanecer será
Si con flores y oraciones
Unimos la humanidad
En vez de escoger las armas
Escogemos la oración
Y entre flores y oraciones
Lograr un mundo de amor,
Lograr un mundo de amor.

Y efectivamente, en el pop español de hacia 1968-1969 eclosionó un pequeño movimiento animado por la filosofía hippie. En realidad hubo mucha música en España vinculada con el hippismo, desde la llamada "tercera vía" del pop (vaya nombrecitos que se inventan algunos entendidos), hasta  el rock andergraun. el rock progresivo, o el folk sicodélico de los años 70. Pero aquí me refiero solamente a la moda flower-power, apenas un instante de nuestra historia musical, hija directa de la protesta.

La primera música hippie española estuvo caracterizada por el tono suave, blando, dulzón y hasta empalagoso. Representada por la Karina del LP Colores, del que se extrajo un descomunal single, Colores / Mi  diario (1969). Por los sicodélicos Los Zooms, que como dignos hijos de la protesta de garage proclamaban su incomprensión por el mundo adulto enarbolando flores en el pelo en Alguien ha de escuchar (Sayton 1968). Por Alfredo de Palencia, desconocido cantante que quedó en tercer lugar en un raro festival de la Canción de Melilla con un artefacto sonoro denominado Mundo ye yé, (1968) que reivindicaba la paz a escala mundial, orquestada por la juventud.

Incluso un conjunto tan mainstream como Los Tres de Castilla se apuntó a la moda con un impagable número titulado Flores de paz en mi jardín  (Philips, 1968), escrito y producido por el músico José María Chova, en plan soul-pop con generosas raciones de guitarra distorsionada en segundo plano, todo un clásico de flower power cañí.


Por supuesto, no faltaron las versiones de los himnos hippies internacionales más empalagosos: Let's Go To San Francisco de The Flowerpot Men = Vamos a San Francisco, en versiones de Los Javaloyas (1967) y Los 4 Ros (1967); San Francisco de Scott Mackenzie = San Francisco, en versiones de Los Mustang (1967), Los Guacamayos (Discophon, 1967) o Chus Martínez y su conjunto (Ekipo, 1967), entre otros; Wight Is Wight de Michel Delpech = Isla de Wight por un grupo de estudio llamado Kerouaks, en homenaje a uno de los padres del movimiento hippie. Jack Kerouak (1969); o los numerosos éxitos del clan de The Mamas & The Papas: California Dreamin' = California sueña por Yerba Mate; Monday, Monday =  el mismo título por Francisco José (1966); o Look To Your Soul interpretada por Johnny Rivers = Mira hacia ti, por Miguel Ríos (1969). Otro himno nacido al rebufo de los anteriores fue Hippy, del italiano Fausto Leali, cantante que tuvo que tuvo la gentileza de grabar una versión en castellano, editda por el sello Marfer en 1970.

Sin olvidar, claro está, las canciones del tribal-love-rock musical Hair, una obra bien conocida en España, que llegó a estrenarse en 1970 bajo el título de Picadilly's Review, en sala Picadilly's de Madrid (futuro Rock-Ola), aunque fuera pronto prohibida por las  autoridades, alegando que en ella trabajaban demasiados actores (entre los que se encontraban los cantantes Eduardo Bohr, Angie Cat y Judy Stephen) y que la sala no reunía condiciones de seguridad. Bueno, pues también se hicieron por aquí versiones de este musical hippy, como la muy lograda del argentino Lalo, Buenos días estrellas (1969), con toques sicodélicos incluidos, que adaptaba al castellano el tema Good Morning Starshine; y la versión de Let the Sunshine In por Ethel y Los Drakers, titulada Siempre brilla el sol (1971).

Lo más curioso es que tampoco faltó una micro reacción en contra del flower-power. Que en este caso no era de derechas sino al contrario. La protagonizó Massiel con una de sus mejores canciones, Toma la piedra, deja la flor (1969) número de pop barroco psicodélico que se hacía eco de los movimientos de protesta del momento, animando a abandonar las flores del encandilado mundo hippie para volver a la lucha callejera, con piedras y todo.



Flower Power

Lalo - Buenos días estrellas
Fausto Leali - Hippy
Los Zooms - Alguien ha de escuchar
Tony Bernan - Así me gusta vivir
Karina - Colores
Los 3 de Castilla - Flores de paz en mi jardín
El amor libre
Los 4 Ros - Vamos a San Francisco
Sylvia Nelson - Buscamos comprensión
Colonel Pipo - La historia de cualquier beatnik
Chus Martínez y su conjunto - San Francisco
Francisco José - Monday, Monday
Kerouaks - Isla de Wight
Massiel - Coge la piedra, deja la flor
Mocedades - Make Love, Not War
Bárbara y Dick -. ¿Dónde están las flores?
Miguel Ríos - Mira hacia ti





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